Carlos Vargas parece un adolescente de preparatoria frente al escenario del enorme Morton H. Meyerson Symphony Center cuando toca el violoncello.
Lleva una camisa suelta de colores claros, zapatos casuales y el cabello corto con una coleta en la coronilla. Mueve las manos con pasión y cierra los ojos al tocar las cuerdas.
Vargas tiene 28 años y es profesor del programa Young Strings de la Orquesta Sinfónica de Dallas (DSO), una iniciativa gracias a la que aprendió el amor por la música mientras cursaba la preparatoria en la escuela Booker T. Washington de Dallas.
Vargas se graduó del programa para jóvenes músicos de la DSO, donde desarrolló su pasión por el cello y por enseñar a la siguiente generación. Durante los últimos siete años ha actuado como mentor, educador y animador de sus estudiantes de violoncello.
“El programa me abrió puertas, muchas puertas que antes no tenía”, dijo Vargas en el luminoso vestíbulo del Meyerson después de un recital.
Oriundo de la Ciudad de México, Vargas considera que el programa es especial sobre todo porque no es nacido en este país al que llegó en 2001, pocos días antes del ataque a las Torres Gemelas.
“Tenía 8 años, no hablaba inglés, no conocía a nadie, no sabía qué hacer y encontré un espacio en la música”, contó.
El programa donde él aprendió y ahora enseña, Young Strings, se traduce como “cuerdas jóvenes”, por eso se imparten clases de violín y violoncello. Es una iniciativa que este año cumplió 30 años de estar en funcionamiento y hasta ahora tiene entre sus alumnos una tasa de graduación del 100% de preparatoria, según datos de la Orquesta Sinfónica.
En el programa pueden participar estudiantes de toda la ciudad de Dallas desde el segundo año de primaria hasta la preparatoria. No es exclusivo para estudiantes del Distrito Escolar Independiente de Dallas, según contó Vargas.
Las audiciones se realizan en el mes de enero y las cartas de respuesta son enviadas en febrero. No hay que pagar por las clases, la enseñanza musical es gratuita, y tampoco se tienen que comprar los instrumentos, gracias a un grupo de benefactores estos son donados.
Vargas en este año tiene 18 estudiantes que toman clases una vez por semana en el estudio del profesor que está en Oak Cliff; después, en casa, todos deben practicar y seguir sus ensayos.
No es un programa “después de escuela”, los alumnos no van todos juntos ni el mismo día; ellos tienen la posibilidad de ajustar sus horarios de acuerdo a sus actividades extracurriculares.
Además de dar clases una vez por semana a cada uno de los 18 alumnos, Vargas coordina un cuarteto de cuerdas con sus estudiantes más avanzados. Ellos ya asisten a presentaciones y dan conciertos en el Meyerson acompañados de su instructor. Para eso, ensayan al menos dos veces por mes.
La mayoría de los alumnos son de origen hispano, contó el profesor.
“Tengo un poquito de americanos y un poquito de afroamericanos, son más mexicanos”, dijo. Algunos viven en Pleasant Grove, en Oak Cliff o en White Rock Lake. “Hay de todo”, añadió, “yo los trato igual y los empujo a todos por igual”.
“Mi maestro me ha enseñado la perseverancia”
Luis Rosales, 17 años, es uno de los estudiantes de Vargas. Entró al programa en octavo grado cuando estaba en la primaria Greiner del DISD y ahora estudia la preparatoria Booker T. Washington.
“Carlos me ha enseñado muchas cosas, no solo del instrumento, también de la vida, y este programa me ha dado muchas oportunidades: he conocido a muchos amigos y me ha ayudado a formarme como una buena persona, me ha enseñado a nunca llegar tarde”, dijo después de un concierto junto con otros dos compañeros y su profesor.
Se gradúa el próximo año y después le gustaría continuar tocando música. Además del cuarteto de cuerdas forma parte de la estudiantina de su parroquia San Pío, ubicada en East Dallas.
Según un estudio realizado en 2014 por la Liga de Orquestas Americanas, los asiáticos representaron el 9.1% de los músicos de las orquestas del país. Los músicos negros el 1.8% y los latinos el 2.5%.
El programa Young Strings fue creado por Dwight Shambley, un miembro de color de la orquesta que quería aumentar la diversidad en el escenario, dándole a los jóvenes músicos acceso gratis a los instrumentos, clases con expertos y oportunidad de becas.
El programa tiene ahora 206 estudiantes y 24 maestros.
Otro de los alumnos es Reynaldo Ibarra, de 17 años, también de la Booker T. Washington.
“Cuando empecé tenía 13 años y nada de experiencia, pero después de dos años empecé a mejorar, y le doy gracias a Dios que me dio esa oportunidad”, contó.
Quiere continuar en la música y combinarla con la carrera de negocios.
Bryan González tiene 16 años y se unió al programa desde que estaba en segundo grado de primaria. Vargas ha sido su profesor desde hace ocho años.
Recuerda que cuando tenía 7 u 8 años de edad, un día una maestra lo sacó de clase y le hizo algunas preguntas, como si conocía algunas notas musicales y su duración. Después recibió una carta de Young Strings anunciando que empezaría con clases de instrumento. “Yo dije, ‘¿qué es eso?’ Y mi mamá me preguntó ‘mijo, ¿en qué te metiste?’. Le dije que no sabía, pero en el verano empecé con clases de cello y sí me gustó mucho”.
“Mi maestro me ha enseñado la perseverancia, porque no ha sido fácil tener al mismo maestro por ocho años. Algunas veces cuando empecé no practicaba, pero después de ocho años ya practico y ya no lloro”, dijo entre risas.
Su hermana grande toca el cello y su hermana pequeña toca el violín en el mismo programa. “Algunas veces practicamos como a las 9 de la noche y mi papá está dormido y nomás nos dice que cerremos la puerta (se ríe), la cerramos o nos movemos al garage”, dijo.
Rosales contó que no le gusta mucho practicar en su casa porque cuando empieza a practicar su perro empieza a ladrar. “Nunca se calla”, relata, y sus compañeros se ríen. Ibarra tiene hermanos que no están en clases de música pero no tiene problemas para practicar ni con ellos ni con sus padres.
“La música cambia vidas”
Para Vargas ser parte del programa de música como estudiante y ahora como profesor le ha cambiado la vida.
No olvida el primer día de audición como alumno en la DSO: no paraba de llover, la camioneta de su familia estaba mojada, igual que su violoncello. Creyó que todo le saldría mal hasta que su maestra, su mentora Mimi Mcshane, le dijo: “Yo sé que tú tienes algo y quiero ayudarte, quiero que confíes en mí”.
Vargas cuenta esto y se limpia las lágrimas porque Mcshane ya murió; ahora él quiere hacer lo mismo con sus alumnos, ayudarlos a tener más confianza en sí mismos.
“El programa es para abrir puertas y dar las cosas necesarias para hacer lo que uno no puede solo. A veces solo falta el maestro que te diga: ‘sueña’, ella me dio sueños”, dijo.
“Yo sé del esfuerzo que uno tiene que hacer para salir adelante; les digo a mis estudiantes: soy tu maestro de cello, soy tu amigo, soy tu terapeuta”.
Los niños empezaron a crecer cuando se tomó el tiempo para conocer más de ellos: “Tomar ese tiempo ha hecho la diferencia, lo primero que les pregunto antes de comenzar una clase es “¿cómo estás?”.
No importa cuándo empieces a aprender un instrumento, lo que importa es trabajar duro, le dijo su primera maestra para animarlo a no quedarse en la zona de confort. La música, dijo Vargas, al igual que a sus estudiantes le enseñó a ser puntual, a interactuar con otras personas, a conocer otros lugares, a sentirse seguro de sí mismo y tener menos miedo.
“Empecé a quererme más, la música cambia vidas”, confesó Vargas.
La próxima audición para el programa será en enero de 2023 para los estudiantes de cuerda de 6to a 10mo grado que viven o van a una escuela en la ciudad de Dallas. Para más información, póngase en contacto con Carolyn Jabr, directora de Young Strings: C.JABR@DALSYM.COM. O llame al teléfono 214.TIX.4DSO (214-849-4376).