Actualizada el 24 de agosto a las 3:31 p.m. CT para incluir nuevos requisitos de visa para ecuatorianos por parte del gobierno mexicano.
Guayaquil, Ecuador — Lo último que César quería hacer era decir adiós no solo a un hijo, sino a dos, uno de los cuales está casado y tiene dos niños.
Aníbal, de 30 años, trabajaba ofreciendo transporte en su propia camioneta. Byron, de 20 años, tenía un ciber café. Durante años, César hizo todo lo que pudo por mantenerlos cerca, en un poblado de la provincia andina de Chimborazo, a unas 143 millas de Guayaquil, el mayor puerto comercial de Ecuador.
Ocasionalmente sus hijos trabajaban en su rancho, donde le ayudaban a atender el ganado.
Pero la pandemia fue demasiado para ellos, y muchas familias de este impresionante país de elevadas montañas, exuberantes selvas y costa fértil que ha atraído a miles de jubilados estadounidenses por generaciones.
Un número cada vez más grande de ecuatorianos está haciendo el largo trayecto hacia el norte, a Estados Unidos.
Ecuador es ahora uno de países latinoamericanos mayores exportadores de su población.
Están llegando por miles a la frontera de 2,000 millas entre México y Estados Unidos. La Patrulla Fronteriza contabilizó 17,314 tan solo en julio.
De la familia de César, Byron fue el primero en decir adiós, en abril. Le siguió Aníbal en julio.
La familia pidió no ser identificada por sus nombres completos por temor a represalias de las organizaciones de contrabando y de las autoridades migratorias.
Aníbal viajó en avión con su esposa y sus dos hijos —de 6 y 1 años de edad— a México, y cruzó el Río Bravo en balsas desde Reynosa, en el estado mexicano de Tamaulipas.
Fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza y pronto se hallaron resguardados debajo de un puente en McAllen, hacinados como sardinas junto con otros migrantes, sin tener dónde dormir, rodeados de “el calor, la noche, los zancudos, las moscas”, contó.
Ahí, abajo del puente, esperaron dos días hasta que la Patrulla Fronteriza los procesó y fueron enviados al interior de Estados Unidos en espera de comparecer en una corte de inmigración.
“Hasta incluso lloramos porque era fatal esa situación”, dijo Aníbal.
La pandemia pega duro
En los últimos años, los medios de comunicación han enfocado su atención a las causas del éxodo centroamericano a los Estados Unidos.
Esta migración ha sido tan copiosa que suele opacar las penurias de los migrantes de países sudamericanos como Ecuador, de donde la gente busca salirse debido a la devastación económica y muertes causadas por la pandemia.
En Ecuador, los padres de Byron y Aníbal, César y su esposa María, se quedaron afligidos y atormentados por la partida de sus hijos y de otras personas de su comunidad.
“¿Por qué tenemos que emigrar, si tenemos la tierra, tenemos en qué trabajar y tenemos cómo sobresalir?”, se pregunta César.
“Pero toda esa situación (la pandemia), lo que habíamos empezado, lo que estuvimos haciendo, se nos fue al piso y prácticamente tuvimos que cambiar las metas que nos habíamos planteado”.
Los negocios de ambos hijos se acabaron por la pandemia.
De acuerdo con Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), se han registrado 71,945 encuentros con migrantes ecuatorianos en el año fiscal 2021 —que inició en octubre— hasta julio. La mayoría tuvo lugar en la frontera sur de Estados Unidos, gran parte de la cual corresponde a Texas. En todo el año fiscal 2020, CBP registró 12,892 encuentros.
“Estamos presenciando la tercera ola migratoria masiva”, dijo Soledad Álvarez Velasco, catedrática de la Universidad de Houston y especialista en patrones de migración ecuatoriana a través de México, al destacar que ya antes hubo otras migraciones masivas, empezando en la década de 1980.
Esas oleadas precedieron un éxodo a Europa, principalmente a Italia y España.
“La gente se está yendo del país porque la situación en Ecuador es crítica”, dijo.
“No hay opciones. Hay una triple crisis en Ecuador: La crisis económica, la crisis sanitaria, y además la crisis que ha habido en el país (porque) no hay inversión, no le ponen atención al sector rural”.
La pandemia afectó a todo el mundo, pero algunas de las imágenes más dramáticas de los estragos de covid-19 fueron ampliamente difundidas por todo el mundo en abril de 2020, las cuales mostraban cuerpos que eran dejados en las calles de Guayaquil cuando el sistema funerario se vio rebasado por el coronavirus.
Y aunque el país avanza en vacunaciones — el 56% de los 17.8 millones de ecuatorianos ya están por lo menos parcialmente vacunados —, en los últimos 18 meses se han registrado casi 32,000 muertes debido al virus, según el Ministerio de Salud Pública de Ecuador.
La mayoría de los migrantes ecuatorianos están en busca de trabajo, porque la pandemia los dejó sin empleo o eliminó sus fuentes de ingresos.
El Ministerio del Trabajo de Ecuador informó que entre marzo de 2020 y marzo de 2021 se perdieron más de 700,000 empleos, y solo poco más de la mitad se han recuperado. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Ecuador, la tasa de desempleo en mayo era del 6.3%.
Álvarez dijo que la actual ola de migrantes se dirige principalmente a Estados Unidos porque en 2018 México retiró ciertos requisitos de visa que anteriormente imponía a los ecuatorianos. Esta semana, el gobierno mexicano anunció que reestablecerá la visa a partir de septiembre.
Desde entonces México se ha convertido en una especie de escala entre Ecuador y Estados Unidos, dicen Álvarez y otros estudiosos del tema.
Álvarez dijo que su trabajo de campo indica que más ecuatorianos se están quedando en Texas, donde la escasez de mano de obra en los sectores de construcción y servicios ofrece oportunidades amplias laborales.
Los migrantes pagan a los coyotes entre $14,000 y $30,000, dependiendo del destino a donde quieren llegar y del número de personas que migran en familia. La mayoría viaja a la Ciudad de México o a Cancún primero, y luego se dirigen al norte para cruzar a Estados Unidos, como lo hicieron los hijos de César.
Byron voló de Quito, la capital de Ecuador, a la Ciudad de México a finales de abril, y de ahí a Ciudad Juárez, ciudad vecina de El Paso. Tardó semanas para cruzar la frontera. Vivió con un numeroso grupo de ecuatorianos y centroamericanos en una bodega, donde los traficantes concentran a los migrantes.
Entre ellos había dos mujeres embarazadas que cayeron del muro fronterizo en su intento de cruzar la frontera y resultaron lesionadas. Otra mujer murió cuando cayó de la valla y se abrió la cabeza, relató Byron.
Byron intentó cruzar muchas veces brincando el muro, pero varias veces se encontró con agentes de la Patrulla Fronteriza que lo mandaron de vuelta a México bajo la medida de salud pública conocida como Título 42, la cual permite la rápida expulsión de inmigrantes.
Dijo que no tenía otra alternativa que seguir intentando. Finalmente logró cruzar en su sexto intento por Santa Teresa, Nuevo México.
Una vez que saltó una sección del muro reconstruido durante el gobierno de Donald Trump, corrió por el desierto aproximadamente una hora hasta que vio un letrero que decía “El Paso” y a dos jóvenes estadounidenses que le hacían señas. Lo estaban esperando.
Lo llevaron hasta una parada de camiones de carga, donde subió a un tráiler que remolcaba una casa móvil. En el interior había una docena de personas apretujadas.
Viajaron durante la noche hacia Dallas, donde se dijo que se sintió “intrigado” por la silueta urbana. Pensó que estaba a más corta distancia al Ecuador —por avión—, comparado con su destino, Nueva York, donde le esperaban familiares, amigos y un empleo.
“Me gustó lo que vi y oí”, dijo.
Relató que varios migrantes se habían quedado en Dallas y hablaban de que había muchas oportunidades.
Byron fue llevado hasta la Ciudad de Nueva York en un vehículo de U-Haul, apiñado con otros 10 migrantes. Una vez ahí, rápidamente encontró trabajo como techero y lavando platos en un restaurante.
A su coyote le pagó “más de $14,000”, dinero que juntó con ayuda de sus padres, familia, amigos y préstamos bancarios. Viendo la abundancia de trabajo en Estados Unidos, cree poder pagar sus deudas el próximo año.
“Yo nunca perdí la esperanza en Ecuador”, dijo Byron. “Pero perdí toda posibilidad. Aquí encuentro oportunidades en todas partes”.
Pero no todos los viajes terminan bien. Hasta el 17 de julio, por lo menos 13 ecuatorianos han desaparecido en su trayecto a Estados Unidos, según El Universo, un periódico grande de Ecuador.
Se cree que los restos de algunos yacen en el desierto chihuahuense, que se extiende más allá de las montañas Chinati del Oeste de Texas, un lugar lleno de peligros.
“Hay huesos, restos de ecuatorianos esparcidos por el desierto, y familias desoladas que no han tenido noticias de sus seres queridos”, dijo William Murillo, exministro de inmigración de Ecuador y director de 1800 Migrante, Una organización que brinda ayuda legal a migrantes en Estados Unidos.
Muchas más son devueltos a su país. El 2020 más de 2,000 ecuatorianos fueron deportados vía aérea, según el Viceministerio Ecuatoriano de Movilidad Humana.
De acuerdo con Witness at the Border, una organización de apoyo a los migrantes, Ecuador fue el quinto país que recibió a más ciudadanos deportados de Estados Unidos después de México, Guatemala, Honduras y El Salvador.
La esperanza de regresar a casa
Entre más ecuatorianos emigran, más remesas llegan al país.
Las remesas recibidas aumentaron a más de $3,300 millones en 2020, según el Banco Central de Ecuador, y más del 60% provenían de ecuatorianos que viven en Estados Unidos.
Todos los días, la gente hace fila, a veces varias cuadras de largo, afuera de un supermercado cerca de su casa, dijo César. La mayoría van a recibir dinero que les mandan familiares desde Estados Unidos.
Muchos de los migrantes esperan saldar sus deudas y apoyar a sus familias. Algunos tienen la esperanza de regresar.
“Eso es lo que me motiva”, dijo Byron. “La idea de regresar y empezar mi propio negocio”. Quiere poner una empresa de importaciones y exportaciones.
Pero muchas cosas tendrían que cambiar antes de que puedan regresar.
Aníbal, quien ahora vive en un suburbio de Nueva York, dijo que Ecuador necesita más control sobre los empleadores y más incentivos para los emprendedores. Y tiene que acabar la corrupción en el sector público y privado, porque “eso no deja al país desarrollarse”.
Está batallando para adaptarse a la vida en Estados Unidos, principalmente por el idioma. Al momento, espera su audiencia en la corte de inmigración este otoño y trae puesto un grillete electrónico en un tobillo.
Aníbal dijo que es difícil encontrar trabajo rentable en una región donde hay tantos inmigrantes, aunque no parece estar del todo desanimado.
“Uno se viene con muchas esperanzas e ilusiones de triunfar por acá”, dijo.
“No es fácil, pero los ecuatorianos sabemos trabajar… Muchas de las personas venimos por un futuro mejor, por nuestros hijos, por darles una mejor educación. Es por esto que estamos aquí”.
César y María, ambos de 51 años, tienen la esperanza de que sus hijos regresen algún día y sean los últimos en partir. Una de sus hijas, de 27 años, ya habla de migrar al norte.
Los padres pasan sus días cuidando de sus vacas y produciendo queso.
César cree que las diferentes regiones del país — Galápagos, la costa, los Andes y la Amazonía — pueden aportar una gran y diversa fuerza laboral. Pero hay poco capital para iniciar un negocio.
Debido a los préstamos e intereses que los empresarios tienen que pagar, “no queda casi nada para uno”, dijo.
“Entonces esa es la situación: que no se puede salir adelante. Y por eso es que la gente sale”, dijo.
En su barrio, cada familia tiene por lo menos un hijo o hija en Estados Unidos, dijo César.
“Hay unas comunidades (en las que) prácticamente ya no hay gente joven”.
La decisión de sus hijos de migrar “fue un golpe muy duro”, dice César, porque él trató de criarlos de tal manera que no tuvieran que irse de su país.
“Pero en el momento que ellos toman esa decisión, es como que, al menos yo como padre, parece que no cumplí las cosas que tuve que darles a ellos, o no les apoyé...”, dijo al hacer una pausa para tomar aire, “en las cosas que ellos querían”.
César empezó a llorar.
“Eso era lo más duro, lo más triste, para mí, que me impactó en toda mi vida. Yo nunca pensé que mis hijos se irían”.
Adriana Pérez reportó desde Ecuador y Alfredo Corchado desde El Paso, Texas.